Cinco años
A la memoria de mi padre, Vicente Velázquez Ortiz,
a Hermelinda, mi madre,
a Sara y Diego,
a mis hermanas, a mi familia, a mis amigos
y a mis compañeras y compañeros de lucha
del Sindicato Mexicano de Electricistas.

Cinco años, compañera, compañero.

Si no fueran tan ciertos,
tú, yo,
cualquiera de nosotros, con expresión de asombro
y en un tono con matices de ingenuidad genuina,
se atrevería a decir:
¡Parece hasta mentira!
¡Qué pronto pasa el tiempo!

Tú, yo, cualquiera de nosotros,
sabemos bien que el tiempo pasa pronto cuando duermes,
que el tiempo pasa pronto cuando ríes,
que pasa pronto cuando estás con los que amas y te aman.

Sin embargo, en estos cinco años,
lo sabe cualquiera de nosotros,
el tiempo se detuvo
o pareció detenerse muchas veces.

Por ejemplo, todas aquellas noches
cuando en la oscuridad del cuarto
tropezó con el perro del insomnio,
que gruñía amenazante
a cada vuelta que dabas en la cama.

Se detuvo por momentos,
y también por lugares.

Por ejemplo por los sitios, los rincones
en que tú, yo, cualquiera de nosotros
se ocultó para llorar sin que lo vieran.

Se detuvo y seguirá detenido eternamente
en el último instante de cada uno y todos
nuestros muertos.

Pero hemos resistido a la noche,
al desazón, al llanto
y quién sabe a cuánto más
(es sólo una forma de decirlo,
porque tú, yo, cualquiera de nosotros
lo sabe, lo sabemos).

Un deslustrado lustro
al que hemos dado brillo
porque hemos resistido y hemos
visto crecer a nuestros hijos.
Algunos, por entonces tan pequeños,
ahora leen
y suman del uno al diez y así hasta el infinito.
Otros se han hecho hombres
y mujeres a prueba de adversidades,
a prueba, incluso, de nosotros.

Y tú y yo y cualquiera de nosotros
hemos reído y bailado
y bebido
y celebrado su existencia.

En fin,
cinco años, compañera, compañero,
como cinco verdades,
como nuestros sentidos,
como las letras de la palabra libro,
como los continentes de este jodido mundo,
como el pentagrama donde habremos
de escribir la canción del futuro,
como cualquier cosa que se te ocurra o mandes.

Tú,
yo,
cualquiera de nosotros, compañera, compañero,
contamos esos años uno a uno con los dedos de esta mano,
que hoy se cierra con más fuerza
y determinación que antes
en el puño de siempre,
que pronto habrá de alzarse
sujetando con firmeza la Victoria.

¡Que viva, eternamente, el Sindicato Mexicano de Electricistas!

REGRESAR